La vida en el Universo tal como la conocemos necesita agua o posibilidad de que pueda haberla, para la Tierra es su fuente de vida, sin ella no pueden vivir ni las plantas, ni los animales, ni el ser humano. La misma fotosíntesis no podría tener lugar en los vegetales.
La humanidad la tuvo presente desde siempre, las leyendas y los mitos nos hablan de ella. Los Celtas rendían culto al agua por su función creadora y purificadora, siendo el agua de la lluvia sagrada por venir del cielo, de los dioses. El cristianismo hizo suyos los lugares y leyendas, aquí en Galicia existen ejemplos, la leyenda de Cospeito, uno de los humedales más singulares de la Terra Chá, dice que es obra de la Virgen. Cerca de Ourense tenemos la leyenda de Santa Mariña de Augas Santas, que cuando el verdugo cortó su cabeza cayó dando tres saltos en el suelo diciendo: ¡Creo, creo, creo!... surgiendo en el lugar donde se detuvo una fuente, existiendo aún hoy la costumbre de visitarla y pedir un deseo.
Los griegos asociaron las Ninfas Náyades a las aguas dulces, las Ondinas vivían en lagos, ríos, cascadas. También en la América precolombina los mitos y costumbres de los Mayas y Aztecas estaban relacionadas con el agua, como la colombiana de la "La madre de agua", "El río hablador" en Perú, hay leyendas que hablan de aguas que discurren bajos sus pies, algunas se remontan a la Atlántida.
Con la agricultura el hombre agudizó el ingenio y pasó de los mitos a la realidad, al llegar los españoles a América quedaron admirados por el acueducto construido por Moctezuma de más de cinco kilómetros. En Mesopotamia y en China se construyeron ingeniosos canales que transportaban el agua de los ríos para regar, del mismo modo que los romanos construyeron acueductos para llevarla donde la necesitaban. La consideraban tan esencial que en el derecho romano el agua corriente era un bien común, dejando fuera del comercio los ríos y las orillas.
Milenios después sigue siendo un bien inestimable, buscándose una racionalización de su uso, estudiando formas de obtenerla, llegando a comprobarse que el agua en el subsuelo es más abundante de lo que se pensaba. En Asia un océano subterráneo, la llamada "Anomalía de Beijing" porque se encuentra debajo de esa ciudad, tiene una masa de agua comparable en volumen al océano Ártico, y actúa como lubricante en el desplazamiento de las placas tectónicas. En otro continente, el africano, el agua en el subsuelo es cien veces superior al de la superficie. Hay enormes acuíferos producto de la lluvia en los desiertos del Sahara y Kalahari que se remontan a 5.000 y 25.000 años cuando estos desiertos eran unos vergeles. El volumen de agua en el subsuelo es equivalente a la lluvia en el continente durante veinte años, según lo publicado en "Environmental Research Letters", por lo que los geólogos advierten que la explotación tiene que hacerse de forma racional, hay que tener en cuenta también sin ninguna duda los problemas geoestratégicos que puedan surgir por la explotación de esta riqueza. En el norte las bolsas de agua almacenada tienen un grosor de 75 metros y se encuentran protegidas por rocas de gran dureza como el granito, lo que ha supuesto una sorpresa para los investigadores, tendré que pedirle al geólogo y profesor José Ramón Seara Valero que me lo explique.
Siendo el agua básica para la supervivencia, considero imprescindible aplicar las tecnologías existentes para trasportarla y conseguir que llegue a todos, no podemos ser menos que nuestros ancestros.
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